jueves, 2 de abril de 2015

CUIDADO CON LA RUTINA

Hoy continuamos con Hastinapura; otro artículo de su diario. Por Agustín Balbotín,
                                                         

                                                              cuidado con la rutina

La rutina es un ascentral demonio que siempre está al acecho en los recodos del camino de nuestra existencia, presto a atraparnos en sus redes cuando el sopor y la desatención invaden nuestra vida.
La rutina tiene muchos nombres, o más bien, forma parte de una numerosa familia de hermanos, en la que encontramos al aburrimiento, los gemelos del cansancio y la depresión, la desmotivación, la insatisfacción, la tristeza y la depresión que andan siempre una con la otra tomadas de la mano, y así mil nombres más todos hijos de la misma nodriza, la obscura noche del espíritu, la ceguera del alma.
Cuando alguna de ellas se apodera de nosotros, el instinto que nos mueve a buscar una salida y así, rastreando en el baúl delos recuerdos, sólo advienen a su conciencia ideas de ya vividas experiencias que quiererepetir con la esperanza de volver a vibrar con esas añoradas e impetuosas emociones juveniles .
Demás está decir desde ya, este esfuerzo está condenado  al más rotundo fracaso, pues un alma que ha conocido la gloria de la fe y de la devoción a nuestro Señor, no puede volver atrás... jamás  podrá volver a encontrar aneos de los sentidos y de las precarias emociones, el exilir que pueda deslumbrar su corazón.
Sin embargo, la sensación está allí...
Con su  rostro enigmático y sofisticado y su atrayente sonrisa, plena de promesas, invitándonos a cruzar el umbral que nos separa de ella... En lo más íntimo de nuestro ser, sabemos que se trata de una aventura sin destno. No obstante, muchas veces nos dejamos arrastrar por ella, fingiendo creer en la realidad de sus rutilantes luces multicolores para ir tras su huella.
Pero luego, más pronto que tarde, la fe de nuestro corazón y nuestra intuición sublime de lo eterno que habita en lo recóndito de nuestra alma, nos vuelven a poner en el camino hacia nuestro verdadero hogar, a la mansión celeste, un poco cabizbajos por el peso del fardo de los recuerdos vacíos de amor que llevamos sobre nuestra espalda.
Este ciclo de subida y bajada, de avances y retrocesos , de catarsis y de endolamientos, de  de caminar hacia el Espíritu y retornar al mundo de la ilusión, puede llegar a repetirse indefinidamente y convertirse en un funesto hábito del alma, en una gruesa e ingente cadena que finalmente haga abortar nuestro sueño de asomarnos al inconmesurable Océano de Luz.
Por eso, es importante cuidarnos de la rutina.. Con este fin, nuestros maestros y los padres espirituales de la humanidad nos han legado excelsas medicinas con que curar esta incipiente enfermedad. En ese tesoro de arcana data se encuentran muchos textos sagrados que traen a nuestra memoria el sentido de la vida y de nuestro existir, innumerables consejos y prácticas que nos ayudan a afrontar las tormentas y vendavales que frecuentemente azotan el navío de nuestra efímera corporeidad mientras atraviesa el anchuroso océano de Maya.Forman parte también de esta maravillosa herencia los miles de ejemplos sublimes contenidos en historias divinas y en las vidas de grandes maestros, ascetas y santos que transitaron el camino sin límites.
En este venero inagotable vamos aprendiendo poco a poco las incomparables enseñanzas sobre la atención y la vigilancia,
sobre la observación de los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón, y a reconocer cuando se asoma al borde de nuestro sendero la serpiente de la rutina que al comienzo semeja un inofensivo gusanito, pero a medida que avanzamos se va transformando en una gigantesca anaconda que termina enroscándose alrededor de nuestro cuerpo, asfixiándonos y privándonos del aire del espíritu, obnubilando nuestro discernimiento y terminando por detener nuestro camino hacia la anhelada cumbre.
Pero si estamos atentos y cuando recién emerge en nosotros este oprobioso estado del ánimo fijamos toda nuestra mente en Dios, si escogemos nuestras lecturas de modo tal que nos recuerden constantemente su Divina Presencia, si en nuestro quehacer cuando prestamos servicio a nuestro prójimo o en el cumplimiento de nuestros deberes cotidianos, llenamos nuestro corazón de devoción y cuidamos de teñir cada una de las pequeñas o grandes acciones que nos tocó en suerte realizar, con el sentimiento cálido y profundo de acogerse a la divina voluntad y, en la medida de nuestras fuerzas, ser portadores de Su amor, veremos entonces que el amenazante monstruo de la rutina se desvanece como una sombra al clarear el día...  Que realmente nunca existió y sólo fue una creación de la imaginación .
Si alguna vez nos sucede que la rutina se deslice inadvertida y sigilosamente en nuestro camino y nos atrape entre sus poderosos anillos constrictores, tengamos la absoluta fe de que nuestra alma es mucho más poderosa que ella y que seremos capaces, sin duda alguna, de desembarazarnos de su agobiante abrazo y así, proseguir nuestro camino.
Bastará que retiremos, ésa nuestra compasiva mirada sobre nosotros mismos,
que la pongamos en Dios, en todos los seres con los que diariamente convivimos y necesitan de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario