sábado, 17 de junio de 2017

LA ESPIGA Y LA VIDA

La misión de la espiga no es ser el lugar definitivo para la semilla. Cada semilla debe asumir la vida de una manera tan suya y personal, que pueda vivirla independientemente de la espiga que la maduró.
Toda semilla que quiera cumplir con su vocación de vida, y de su misión con los demás, debe aceptar la deschalada y el desgrane. Sólo si ha asumido su vida en plenitud y de una manera personal, será capaz de seguir viviendo luego de la desgranada. Y así podrá incorporarse al gran ciclo de la siembra nueva.
Si su vida es auténtica y acepta hundirse en el surco de la tierra fértil, su lento germinar en el silencio aportará al sembrado nuevo una planta absolutamente única,
pero que unida a las demás, formará el maizal nuevo.
No es el maizal el que valoriza la identidad de las plantas. Es el valor irremplazable de cada planta en su riqueza y fecundidad lo que valoriza al maizal.

No es la sociedad nueva la que creará los hombres nuevos. Son los hombres nuevos quienes formarán la nueva sociedad.

Publicado en la sal de la tierra, Editorial Patria Grande.