jueves, 2 de abril de 2015

TU RESURRECCIÓN HA LLEGADO

Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. No permitas que ningún signo lúgubre de crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación de la verdad y su expresión. Esta semana celebramos la vida, no la muerte. Y honramos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. Te encuentras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tú me concedes y yo te devuelvo. No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. Ni tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío. Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. Él comenzó con el signo de la victoria, la promesa de la resurrección, la cual ya se había concedido. No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. Ayúdale a seguir adelante en paz  más allá de ella, con la luz de su propia inocencia alumbrando el camino hacia su redención y liberación. No le obstruyas el paso con clavos y espinas cuando su redención está tan cerca. Deja, en cambio, que la blancura de tu radiante ofrenda de azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.
Nada puede herirte a no ser que le confieras ese poder. Mas tú confieres poder según las leyes de este mundo interpretan lo que es dar: al dar, pierdes.No obstante, no es a ti  a quien corresponde conferir poder a nada. Todo poder es de Dios; Él lo otorga, y el Espíritu Santo que sabe que al dar no puedes sino ganar, lo revive. Él no le confiere poder alguno  al pecado, que, por consiguiente, no tiene ninguno; tampoco le confiere poder a sus resultados tal como el mundo los ve: la enfermedad, la muerte, la aflicción y el dolor. Ninguna de estas cosas ha ocurrido porque el Espíritu Santo no las ve ni le otorga poder a su  aparente fuente. Así es como te mantiene a salvo de ellas. Al no tener ninguna ilusión acerca de lo que eres, el Espíritu Santo sencillamente pone todo en Manos de Dios, quien ya ha dado y recibido todo lo que es verdad. Lo que no es verdad Él ni lo ha recibido ni lo ha dado. CON  AMOR,

                                                             FELICES PASCUAS


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