sábado, 11 de agosto de 2012

El Infierno no existe

En fin,...dispongo de mucho tiempo sola y quiero DEBO) utilizarlo para continuar transmitiendo el conocimiento tibetano sobre la muerte y lo haré con el teclado fallando por lo que omitan si hay falta de tildes o signos de expresión; Lobsang Rampa escribió:
Una dama muy simpática me escribió: "Estoy tan asustada, tan atemorizada de que pueda morir sola sin alguien que me ayude y me oriente hacia el Sendero que yo deba seguir. Usted, en el Tíbet, tenía los Lamas que dirigían la conciencia del moribundo. Yo a nadie tengo y por eso estoy tan asustada".
Vosotros sabéis que esto no es exacto. Nadie está solo, ninguno tiene a "nadie". Vosotros podréis pensar que estáis solos y es muy posible que no haya persona alguna cerca de vuestra encarnación terrestre, pero en el mundo astral hay muchos ayudantes que esperan al lado del lecho mortuorio de manera que apenas la forma astral se levanta separándose del cuerpo físico agonizante, ellos le brindan la asistencia necesaria, así como en un nacimiento hay gente esperando para recibir al recién nacido. La Muerte en la Tierra es el nacimiento en el mundo astral y los ayudantes experimentados están allí para dispensar sus servicios especializados, así que no hay que temer, jamás debe existir el temor.Recordard que,  cuando llega el momento de alejarse de este mundo de penas--y llega para todos,--habrá gente en el Otro Lado que está esperando por nosotros para ayudarnos y socorrernos exactamente de la misma manera que hay gente en la Tierra esperando el nacimiento de un nuevo niño.
Cuando los ayudantes tienen este cuerpo astral que acaba de separarse del cuerpo físico muerto, lo tratan cuidadosamente y lo ayudan haciéndole saber dónde se halla..Mucha gente que no ha sido advertida supone que está en el Cielo o en el Infierno. Los ayudantes les informan con exactitud dónde se encuentran, los ayudan a adaptarse, los llevan al Salón de las Memorias y cuidan del recién llegado como ellos en su oportunidad fueron cuidados.
En cuanto al Infierno, no existe; Infierno era en realidad un lugar para ventilar juicios que existía cerca de Jerusalén; era una pequeña villa próxima a dos rocas muy altas entre las cuales, extendiéndose algún trecho en torno a él, había un tembladeral que arrojaba vapores sulfurosos y que estaba siempre impregnado del hedor del azufre ardiente. En aquellos lejanos días una persona acusada de un crimen  era llevada a esa villa y tenía que cruzar el Infierno". Se le colocaba en un extremo del tembladeral y se decían los crímenes de los cuales se la acusaba informándosele de que, si podía cruzar el tembladeral ilesa, era señal de que era inocente;pero, si fracasaba y se hundía en el fango, resultaba culpable. Luego el acusado era impelido a moverse-quizás algún soldado lo chuseaba con una lanza por alguna parte delicada;- de cualquier manera el infeliz corría " a través del Infierno", cruzando todo ese fango arremolinado de sulfuro y vapores de azufre a lo largo del paso, rodeado de pozos hirviendo, donde la tierra temblaba y se sacudía, inspirando terror a los más valientes. Y, si alcanzaba la otra orilla había pasado por el valle del Infierno y había sido purificado de cualquier ofensa y era inocente de nuevo. Así, no creáis vosotros que iréis al infierno.Y no iréis porque tal cosa no existe. Dios-no importa como lo llamemos-es un Dios de bondad, un Dios de compasión. Ninguno es condenado eternamente, nadie es sentenciado con una maldición sempiterna, no existen cosas tales como diablos que saltan por encima y por debajo de uno hundiendo agudas horquillas en el cuerpo tembloroso. Eso es todo una ficción creada por la imaginación de sacerdotes que trataron de conquistar dominio sobre los cuerpos y las almas de aquellos que no supieran nada mejor.
 Sólo hay esperanza y el convencimiento de que, si uno se empeña en ello, se puede expiar cualquier crimen por malo que ese crimen pudiera haber sido. Por tanto, nadie es "destruido" y abandonado por Dios para siempre.La mayoría de las personas temen la muerte porque no tienen una conciencia tranquila y estos sacerdotes que debieran saber más han predicado sobre el fuego del infierno y el tormento perpetuo, la maldición eterna y todo eso y el pobre desdichado que ha oído todas esas historias piensa que inmediatamente que muere va a ser apresado por diablos y cosas horrendas van a cernirse sobre él. No lo creáis; no lo creáis en absoluto. Yo recuerdo todo y puedo ir al mundo astral en cualquier momento y repito, no existen el Infierno ni el tormento eterno; siempre hay redención, siempre hay una nueva oportunidad, siempre hay misericordia, compasión y comprensión.
Tememos morir por esa razón u otra; tememos morir porque el temor se ha asentado en nosotros. Si la gente recordara las glorias del mundo astral, querría ir allá en multitudes, no querría permanecer más en esta Tierra, querría evadir sus clases, querría suicidarse y el suicidio es algo muy malo, uno se ofende a sí mismo. No lastima a nadie más, pero uno se convierte en desertor de la vida. Pensad en ello así: si vosotros os estáis preparando para ser profesionales en algún sentido, abogado o médico, bueno, tendréis que estudiar y tendréis que aprobar los exámenes; pero, si os desanimáis a mitad del camino y desertáis del curso y no llegáis a ser abogados o médicos, y antes que vosotros intentarais ser abogados o médicos, nuevamente tendriáis que dejar de ser desertores y retornar a  la clase y estudiar todo nuevamente. Y para ese entonces hallaréis que los planes de estudio han cambiado, existen diferentes libros de texto y todo lo que habréis aprendido antes es inútil de manera que tendréis que comenzar desde el principio otra vez. Así ocurre con el suicidio; hay que empezar de nuevo, se produce una reencarnación, que es lo mismo que re ingresar al colegio para hacer otro curso: pero, al reencarnaros aprenderéis todas las lecciones de nuevo exactamente desde el principio y todo lo aprendido anteriormente es ya anticuado, por lo cual habréis perdido toda una vida, verdad? No os suicidéis; jamás valdrá la pena.