sábado, 21 de febrero de 2015

LOS HIJOS

11.1 Para la "civilización del amor" es esencial que el hombre sienta la maternidad de la mujer, su esposa, como una entrega: en efecto, esto influye enormemente en todo el proceso educativo. Mucho depende de su disponibilidad para tomar parte correctamente en esta primera fase de la  entrega de la humanidad, y para dejarse implicar como marido y padre en la paternidad de su esposa.
11.2 Los hijos no dan miedo, no vienen a robar la libertad, no son intrusos que nos quitan tiempo, energías y dinero.
11.3 En el recién nacido se realiza el bien común de la familia. Así como el bien común de los cónyuges se cumple en el amor nupcial, listo para dar y acoger la nueva vida, de igual manera el bien común de la familia se realiza mediante el mismo amor nupcial materializado en el recién nacido.
11.4 La familia está llamada , por su propia naturaleza, a ser el primer ambiente educativo del niño. Los deberes de la educación son prioritarios y preeminentes. Los que educan son los padres, y a través de ellos el propio Cristo.
11.5 Los hijos no son huéspedes no deseados, sino bendiciones de un Dios que rompe todo egoísmo de pareja y ayuda a vivir la realidad con gratitud y amor liberador.
11.6 El niño hace de sí mismo un regalo para sus hermanos, para sus hermanas, para sus padres, para toda la familia. Su vida se convierte en un don para los mismos que que le han dado la vida, que no podrán no sentir la presencia del hijo, su participación en la existencia de ellos, su aportación al bien común y de la comunidad familiar. Verdad, esta, que en su sencillez y profundidad permanece obvia, a pesar de la complejidad e incluso de la eventual patología de la estructura psicológica de ciertas personas.
11.7 Si al dar la vida los padres toman parte de la obra creadora de Dios, mediante la educación se convierten en partícipes de su paternal y a la vez maternal pedagogía.
11.8 Esta belleza sois vosotros, niños. El niño es la belleza  de la existencia humana. Así es. El Señor Jesús lo confirmó con sus actos; lo he  mencionado al principio. ¿La belleza de un niño? Nosotros los adultos siempre tener la mirada fija en la belleza del niño. Acaso no nos dijo Jesús: "Si no os volvéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos? Necesitamos a los niños para que nos guíen hacia Dios, hacia el reino celestial. Vemos aquí la belleza de tantos niños, y además niños enfermos, que son especialmente bellos.
11.9 Queridos jóvenes, no tengáis miedo de defender la vida, toda la vida. La vida en germen y la que está en su ocaso, la vida del que está marginado y la del que se automargina, del que tira su riqueza por caminos que conducen a su propia destrucción y la de quien la derrocha en la banalidad y en la evasión.
11.10 Con la gracia del matrimonio cristiano los cónyuges pueden edificar con confianza y esperanza la casa de su vida en común, pueden traer a ella a sus hijos para que aprendan a vivir plenamente su dignidad humana y cristiana.
11.11 En el plano humano, puede existir "otra comunión" comparable como la que viene a establecerse entre la madre y el hijo, al que ella primero ha llevado en su vientre y luego a traído a la luz?
En la familia así formada se manifiesta una nueva unidad, en la que se encuentra pleno cumplimiento la relación de comunión de los padres. La experiencia nos enseña que este cumplimiento representa, sin embargo, un deber y a la vez un desafío. El deber compromete a los cónyuges para poner en práctica su pacto originario.
11.12 Los hijos engendrados por ellos deberían -y es el desafío- consolidar ese pacto, enriqueciendo y profundizando la comunión conyugal del padre y de la madre. Cuando esto no ocurre hay que preguntarse si el egoísmo, que a causa de la inclinación humana hacia el mal se esconde también en el amor del hombre y de la mujer, no es más fuerte que ese amor. Es necesario que los cónyuges sean bien conscientes de esto. Es necesario que, desde un principio, tengan sus corazones y sus pensamientos vueltos hacia Dios del que toda paternidad toma su nombre, para que su paternidad y su maternidad beban de esa fuente la fuerza para renovarse continuamente en el amor.
11.13 Es un vínculo de alegría, porque procede del amor recíproco; es al mismo tiempo un vínculo comprometido, porque con él asumís una mutua responsabilidad : el esposo hacia la esposa, la esposa hacia el esposo, y juntos la responsabilidad hacia los hijos que nacerán de vuestra unión.
11.14 ¿Pero es realmente cierto que el nuevo ser humano es un don para los padres? ¿Un don para la sociedad? Aparentemente, nada parece indicarlo. El nacimiento de un hombre parece a veces un simple dato estadístico, registrado como tantos otros en los informes demográficos. Sin duda, el nacimiento de un hijo significa para los padres nuevas fatigas, nuevas cargas económicas , nuevos condicionamientos prácticos: motivos estos que pueden inducirles caer en la tentación de no desear más nacimientos. En algunos ambientes sociales y culturales, además, la tentación se vuelve más fuerte. Así, pues, ¿el hijo no es un don? ¿Viene sólo para tomar y no para dar? He aquí algunos inquietantes interrogantes de los que al hombre de hoy le cuesta liberarse.
El hijo viene a ocupar espacio, mientras que el espacio es algo que en el mundo parece cada vez más escaso. ¿Pero es realmente cierto que no trae nada a la familia y a la sociedad? ¿No es acaso una "partícula" de ese bien común sin el que las comunidades humanas se rompen en pedazos y corren el riesgo de morir? ¿Cómo negarlo?
11.15 ¿Acaso no sienten los mismos hijos la necesidad imperiosa de la unión indivisible de sus padres,
y acaso no son ellos tantas veces las primeras víctimas del divorcio? Que la sagrada familia de Nazaret, en la que Jesús, María y José realizaron una experiencia ejemplar de amor sobrenatural y humano, sea un modelo para todas las familias.
11,16 La civilización del amor llama a la alegría: alegría: alegría, entre otras cosas, porque un hombre viene al mundo  (cfr. Jn 16,21), y, consiguientemente, porque los cónyuges se hacen padres. Civilización del amor significa "complacerse de la verdad" (cfr. 1 Cor 13,6). Pero una civilización inspirada en una mentalidad consumista y antinatalista no es y no podrá ser nunca una civilización del amor.

lunes, 16 de febrero de 2015

USAR Y AMAR

2.1¿Cómo evitar que una de las dos personas ndr]
se convierta entonces para la otra -la mujer para el hombre, el hombre para la mujer -en un objeto del que la primera se sirve para alcanzar sus propios objetivos? Para conseguirlo es necesario que los dos tengan un objetivo en común.

2.2 La moral sexual nace del hecho de que las personas tienen conciencia no sólo de la finalidad de la vida sexual, sino también de que son personas.
2.3 Lo que viola la norma moral no es nunca una victoria, sino una derrota para el hombre, que le hace víctima de sí mismo.
2.4 El que ama intentará dar prueba de ello con su conducta. No se puede negar que de esta manera se volverá justo frente a la persona como tal.
2.5 La entrega de la persona debe ser, por su propia naturaleza, duradera e irrevocable. La indisolubilidad del matrimonio nace en primer lugar de la esencia de dicha entrega: entrega de la persona a la persona. En esta entrega recíproca se manifiesta el carácter nupcial del amor.
2.6 La entrega revela, por así decirlo, una característica especial de la existencia personal, es más, de la propia esencia de la persona. Cuando DiosYahveh dice que" no está bien que el hombre esté solo" (Gen 2,18), afirma que el hombre" solo" no realiza totalmente dicha esencia. La realiza únicamente cuando existe "con alguien", y aún más profundamente y más completamente cuando existe "por alguien".
2.7 A veces a la Iglesia  se le reprocha que convierte el sexo en un 'tabú' . La verdad es bien distinta. A lo largo de la Historia, frente a las tendencias maniqueas, el pensamiento cristiano ha desarrollad una visión armoniosa y positiva del ser humano, reconociendo la valiosa y significativa función que la masculinidad y la femineidad desempeñan en la vida del hombre.
2.8 La masculinidad-femineidad, es decir, el sexo, es el signo originario de una entrega creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, hombre-mujer, de una entrega vivida, por así decirlo, de forma originaria. Ese es el significado con que el sexo entra en la teología del cuerpo.
2.9 El amor, ese amor al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera Epístola de los corintios, ese amor que es "paciente" y "benigno", y que"todo lo soporta"(1 Cor 13,4.7), es sin duda un amor exigente. Pero esto, precisamente, reside su belleza: en el hecho de ser exigente, porque de esta forma constituye el verdadero bien del hombre, y lo irradia también sobre los demás.
El bien, en efecto, dice Santo Tomás, es por su propia naturaleza "difusivo" (Summa theologiae, I, q.5, a.4, ad2).
2.10 Ya hemos observado que las palabras que expresan la primera felicidad por la aparición del hombre en la existencia como "macho y hembra"(Gen 2,23)
le sigue el versículo que establece su unidad conyugal( Gen 2,24), y luego el que atestigua la desnudez de ambos, carente de mutua vergüenza (Gen 2,25). Precisamente esta significativa comparación nos permite hablar de la revelación y a la vez del descubrimiento del significado "espontalicio" del cuerpo en el propio misterio de la creación. Dicho significado  ( como significado revelado y también consciente, vivido por el hombre), confirma hasta el fondo que entregarse es un acto creativo, que nace del Amor, que ha alcanzado la conciencia originaria del hombre transformándose en una experiencia de entrega recíproca, como ya se percibe en el texto arcaico. De ello también parece dar testimonio, tal vez incluso de forma específica, esa desnudez de ambos progenitores, libres de vergüenza.
2.11 Sólo la persona puede sentir vergüenza, porque sólo ésta, por naturaleza, puede constituir objeto de gozo (en las dos acepciones del término). El pudor sexual es, en cierta medida, una revelación del carácter suprautilitario de la persona, tanto del hombre como de la mujer, tanto cuando la persona se avergüenza de los valores sexuales vinculados a su cuerpo, como cuando se avergüenza de su actitud hacia los mismos valores sexuales. En el segundo caso, al avergonzarse entiende que no debe tratar a las personas del sexo opuesto como un objeto de gozo.
2.12 Se puede decir que al haber sido creados por el amor, es decir, al haber sido dotados en su ser de masculinidad y femineidad, ambos están "desnudos" porque están libres de la misma libertad de entregarse. Esta libertad constituye precisamente la base espontalicia del cuerpo.
2.13 La felicidad consiste en enraizarse en el amor. La felicidad originaria nos habla del "principio" del hombre, que surgió del Amor y dio origen al amor.
Y esto sucedió de forma irreversible, a pesar del subsiguiente pecado y de la muerte. En su momento, Cristo será testigo de este amor irreversible del Creador y Padre, que ya había manifestado en el misterio de la creación y en la gracia de la inocencia originaria . Y, por tanto, tampoco el principio común del hombre y de la mujer, es decir, la verdad originaria de sus cuerpos en la masculinidad y en la femineidad hacia la que Génesis 2,25 llama nuestra atención, conoce la vergüenza. Este principio también puede definirse como originaria y beatificante inmunidad ante la vergüenza por efecto del amor.
2.14 En la firmeza con que la Iglesia defiende las normas morales universales e inmutables no hay nada represivo. Tan sólo está al servicio de la verdadera libertad del hombre: puesto que no existe libertad fuera de la verdad o en contra de ella, la defensa categórica, es decir, sin concesiones ni compromisos, de las exigencias absolutamente irrenunciables de la dignidad personal del hombre debe considerarse el camino y la condición necesarios para la existencia misma de la libertad.
2.15 Esta conexión indisoluble entre la gracia del Señor y la libertad del hombre, entre la entrega y el deber, fue expresada en términos simples y profundos por San Agustín : "Da quod iubes et iube quod vis"( da lo que ordenas y ordena lo que quieras) (Confesiones, X,40).
La entrega no disminuye la exigencia moral del amor, sino que la refuerza : Este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros según el precepto que nos ha dado  (1 Jn 3,23). Se puede permanecer en el amor sólo con la condición de observar los mandamientos, como afirma Jesús: Si observáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, de la misma forma que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor (Jn 15,10).
2.16 Las palabras de Cristo son rigurosas. Exigen al hombre que en el ámbito en que se forman las relaciones con las personas del otro sexo tenga plena y profunda conciencia de sus actos, y sobre todo de los actos interiores; que tenga conciencia de los impulsos internos de su corazón, de forma que pueda ser capaz de individuarlos y valorarlos con madurez. Las palabras de Cristo exigen que en esta esfera, que parece pertenecer exclusivamente al cuerpo y a los sentidos, es decir, al hombre interior, el hombre sepa ser verdaderamente hombre interior; sepa obedecer a la recta conciencia; sepa ser el verdadero dueño de sus impulsos íntimos, como un guardián que vigila un manantial escondido; y sepa, por último, sacar de todos esos impulsos lo que conviene a la "pureza del corazón", construyendo con conciencia y coherencia ese sentido personal del significado nupcial del cuerpo que abre el espacio interior a la libertad de la entrega .
2.17 El amor entre hombre y mujer no puede detenerse al nivel de la simpatía: es necesario que se transforme en amistad. En la amistad, a diferencia de lo que ocurre en la simpatía, la participación de la voluntad es determinante
2.18 El pudor es la tendencia, totalmente propia del ser humano, a esconder sus valores sexuales en la medida en que puedan ser susceptibles de disimular su valor como persona.
Es un acto de defensa de la persona que no quiere ser un objeto de disfrute utilitario, ni en el acto ni mucho menos en la intención, sino que, por el contrario, quiere ser objeto de amor.
2.19 Todo lo que la ley exige está escrito en sus corazones , tal como atestiguan sus conciencias( Romanos 2,15). La conciencia se presenta como un testigo, lo mismo cuando acusa al hombre de violar la ley escrita en su corazón que cuando le justifica por ser fiel a dicha ley. Así, por consiguiente, según la enseñanza del Apóstol, existe una ley íntimamente vinculada a la naturaleza del hombre como ser inteligente y libre, y esa ley se manifiesta en su conciencia.
2.20
Madurez también significa temor,
Todas las mieses del final están encerradas

[en el inicio
y el inicio de la sabiduría es el temor,
pero ahora se asienta ya sobre otras
[ vertientes del mismo suelo,
ya no es impulso de fuga ,
es el espacio en que se mide la grandeza.
Nosotros penetramos en este espacio, y estamos cada vez más lejos del inicio,
y así lentamente volvemos atrás:
madurez significa sobre todo el amor,
que transforma el temor.


sábado, 14 de febrero de 2015

USAR

I

El mandamiento "amarás" pone en evidencia principalmente el lado positivo de actuar y del existir junto con los demás , que es propio del ser humano.
1.2 Aun en las situaciones más difíciles, el hombre debe observar la norma moral  para obedecer al santo mandamiento de Dios y para ser coherente con su dignidad personal. Sin duda, la armonía entre libertad y verdad exige, algunas veces, sacrificios fuera de lo corriente, y debe conquistarse a un alto precio: puede implicar incluso el martirio.
1.3 El principio del utilitarismo y el mandamiento del amor son extremos opuestos, porque a la luz del utilitarismo el mandamiento del amor pierde incluso su significado.
1.4 El hombre, consciente de la capacidad procreadora de su cuerpo y de su sexo, está al mismo tiempo libre de la "coacción" de su cuerpo y de su sexo.
1.5 La analogía del cuerpo humano y del sexo en relación con el mundo de los animales -que podemos llamar analogía de la naturaleza- que aparece en los dos cuentos del Libro del Génesis,ndr) ( si bien de forma distinta en cada uno de ellos), se eleva también, en cierto sentido, hasta el nivel de "imagen de Dios", y hasta el nivel de persona y de comunión entre las personas.

1.6 El" amor libre" explota las debilidades humanas ofreciéndoles un cierto'marco' de nobleza con la ayuda de la seducción y con el favor de la opinión pública. Se intenta así 'tranquilizar' a la conciencia, creando una coartada moral. Sin embargo, con demasiada frecuencia la mujer es considerada como un objeto debido al egoísmo masculino, que en tantos aspectos se ha manifestado en el pasado y aun hoy se manifiesta. En la situación actual intervienen múltiples factores de orden cultural y social, que deben considerarse con serena objetividad; no obstante, no es difícil descubrir también en ellos la influencia de cierta tendencia a la dominación y a la prepotencia, que ha encontrado y sigue encontrando sus víctimas especialmente entre las mujeres y los niños. Por lo demás, el fenómeno ha sido y es aún todavía más general: se origina, como escribí en la Christifideles laici, en esa injusta y perniciosa mentalidad que considera al ser humano como una cosa, como un objeto de compraventa, como un instrumento del interés egoísta o simplemente del placer (núm. 49).
1.8 En sí misma, la sexualidad no toma en cuenta a la persona, sino que se dirige exclusivamente hacia los valores sexuales del cuerpo. Esta es la razón de la inestabilidad que la caracteriza: se dirige allí donde encuentra esos valores, a cualquier parte donde aparezca un posible objeto de gozo.
1.9 Vamos a detenernos en la situación descrita por el Maestro, situación en la que el que comete adulterio en el corazón mediante un acto interior de concupiscencia (expresado a través de la mirada), es el hombre. Es significativo el hecho de que Cristo, hablando del objeto de dicho acto, no remarca que se trate de la mujer ajena o que la mujer no sea la propia esposa sino que dice genéricamente "la mujer". El adulterio que se comete " en el corazón "no queda circunscrito en los límites de la relación interpersonal, que sirven para determinar el adulterio que se comete "en el cuerpo".
El adulterio que se comete "en el corazón"no lo definen única y esencialmente esos límites, sino la propia naturaleza de la concupiscencia, expresada en este caso a través de la mirada, es decir, por el hecho de que ese hombre ( al que Cristo se refiere a título de ejemplo)
" mira para desear". El adulterio" en el corazón"no se comete solamente porque el hombre "mira" de esa forma a la mujer que no es su esposa, sino precisamente porque mira de esa manera a una mujer. Aunque mirara de esa forma a la mujer que es su esposa, cometería igualmente adulterio "en el corazón".
1.10 Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón (8 Mt 5,28 `[....].
De aquí nace la pregunta: ¿qué verdad, válida para todos los hombres, encierran las palabras de Cristo?
Debemos responder que encierran no sólo una verdad ética, sino también la verdad esencial sobre el hombre, la verdad antropológica. Precisamente por eso nos remitimos a esas palabras al formular aquí la teología del cuerpo ,
en estrecha relación y, por así decirlo, desde la perspectiva de las palabras anteriores, en las que Cristo se refirió al principio. Podemos afirmar que, con su expresiva elocuencia evangélica de alguna forma intentan evocar la conciencia del hombre de la concupiscencia al hombre de la inocencia originaria. Pero las palabras de Cristo son realistas. No pretenden hacer al corazón humano al estado de conciencia originaria que ya dejó tras de sí en el momento que cometió el pecado original; le indican, por el contrario, el camino hacia una pureza de corazón que es posible y accesible para él aun en el estado de pecaminosidad heredada.
1.11 Como dimensión inscrita en la totalidad de la persona, la sexualidad constituye un "lenguaje" al servicio del amor, y por tanto no puede vivirse como puro instinto. Debe ser gobernada por el hombre como ser inteligente y libre.

Ello no significa, no obstante, que pueda manipularse de forma arbitraria. La sexualidad posee en efecto, una estructura psicológica y biológica característica cuya finalidad es tanto la comunión entre hombre y mujer como el nacimiento de nuevas personas.
1.12 Respetar dicha estructura y dicha inseparable conexión no es "biologismo" o "moralismo", es prestar atención a la verdad del hecho de ser hombre, del hecho de ser persona. Es en virtud de dicha verdad, perceptible también a la luz de la razón, como resultan moralmente inaceptables el llamado 'amor libre', la homosexualidad  y la anticoncepción. E efecto, se trata de conductas que deforman el significado profundo de la sexualidad, impidiendo que se ponga al servicio de la persona, de la comunión de la vida.
1.13 Vuelve a sonar en nuestros oídos la famosa pregunta que Pilatos le hizo a Jesús:¿Qué es la verdad? (Jn 18,38). Partiendo de ese escepticismo, se llega a un falso concepto de la libertad, que pretende sustraerse a toda limitación ética y replantear según su voluntad los datos más evidentes de la Naturaleza.
1.14 ¿Quién es el hombre, qué es el hombre? La respuesta divina puede verse falseada por las actitudes humanas, porque cuando se dice: el hombre debe vivir para convertirse en un acto de donación, esta fórmula puede interpretarse de forma utilitarista, pensando que el hombre se hace más hombre cuando gana más, no cuando se entrega, sino cuando busca los otros bienes como donaciones para sí mismo. Y esta visión utilitarista se basa en una filosofía inmanentista, que empezó con Descartes y que ha tenido gran desarrollo en la época moderna.

viernes, 13 de febrero de 2015

EL NOVIAZGO


Programando el siguiente tema, miraba a mi hija compartiendo momentos con su novio y entonces deduje que podría ocuparme de esto.; antes había decidido culminar el libro de Juan Pablo II (Caminos de Amor), capítulo por capítulo;  hace minutos lo tome y confiando en la Energía Divina,  lo abrí e increiblemente,  más allá de que estamos en febrero - mes de los enamorados-,el péndulo nos manifestó éste capítulo:

VII

EL NOVIAZGO


7.1 Vosotros, queridos novios, estáis poniendo los cimientos correctos para el edificio de vuestra vida en común. Dichos cimientos son el sacramento del matrimonio, que, concebido por el Creador desde el principio de la historia del hombre, fue instituido por Cristo, junto con los demás sacramentos de la Nueva Alianza, mediante el sacrificio pascual.
7.2 Vosotros me preguntáis cuáles son los principios que la Iglesia enseña en el ámbito de la moral sexual. Al ver que estos principios son difíciles, me expresáis el temor de que los jóvenes se alejen de la Iglesia por esta razón. Yo os contesto: si pensáis con detenimiento en esta cuestión, llegando hasta el fondo del problema, os aseguro que os daréis cuenta de una sola cosa, a saber, que en este campo la Iglesia enuncia únicamente las exigencias propias del amor conyugal verdadero, es decir, responsable. Exige lo que exigen la dignidad de la persona y el orden social fundamental. No niego que sean exigencias. Pero ahí está el punto esencial del problema, es decir, que el hombre sólo se realiza en la medida en que sabe imponerse unas exigencias.
En el caso contrario,"se va entristecido", como leemos en los Evangelios. La permisividad no hace felices a los hombres. Nunca lo ha hecho.
7.3  A aquellos de vosotros que habéis sido llamado por Cristo a la vocación de la vida matrimonial, os digo esto: estad seguros del amor de la Iglesia por vosotros y de vuestro papel esencial dentro de ella. ¡La vida familiar cristiana y la fidelidad en el matrimonio para toda la vida son tan necesarias en el mundo de hoy!
7.4 El amor no es sólo una cosa espontánea o instintiva: es una elección que hay que confirmar constantemente. Cuando un hombre y una mujer están unidos por un verdadero amor, cada uno de ellos asume sobre sí el destino, el futuro del otro como si fuera propio, aun a costa de fatiga y de sufrimiento, para que el otro "tenga la vida y la tenga en abundancia" (Jn 10,10).
Estas palabras de Jesús se refieren a todo verdadero amor.
Sólo así se ama "en serio", y no por juego ni de forma pasajera. Cuando el otro oiga que le dicen "te amo" entenderá que esas palabras son verdaderas, y también él se tomará en serio la experiencia del amor.
7.5 La entrega física total sería una mentira si no fuera señal y fruto de la entrega personal total, en que toda la persona, incluso en su dimensión temporal, está presente: si la persona se reservara algo, o la posibilidad de decidir el futuro de forma diferente, simplemente por ese mismo hecho no se estaría entregando totalmente.
7.6 Es necesario amar como Jesús. La razón más profunda del amor cristiano está en las palabras y en el ejemplo de Cristo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado"( Jn 15,12). Esto vale para todas las categorías del amor humano, vale para la categoría del amor de los novios, amor en preparación al matrimonio y a la familia.
7.7 Los interrogantes que se plantea el hombre contemporáneo son también los de los cristianos: los de aquellos que se preparan al sacramento del matrimonio, o de los que ya viven en el matrimonio, que es el sacramento de la Iglesia. Estas no son sólo las preguntas de las ciencias, sino aún más las preguntas de la vida humana. Muchos hombres y muchos cristianos buscan en el matrimonio el cumplimiento de su vocación.
Muchos quieren encontrar en él la vía de la salvación y la vía de la santidad.
Para ellos es particularmente importante la respuesta que Cristo dio a los fariseos, defensores del Antiguo testamento. Los que buscan en el matrimonio el cumplimiento de su vocación humana y cristiana están llamados, ante todo, a hacer de esta "teología del cuerpo", cuyo principio encontramos en los primeros capítulos del Libro del Génesis, el contenido de su vida y de su conducta. En efecto, ¡qué indispensable es, en el camino de esta vocación, concienciarse profundamente del significado del cuerpo, en su masculinidad y en su femineidad !  ¡Qué necesaria es una conciencia exacta del significado nupcial del cuerpo, de su significado generador, puesto que todo lo que constituye el contenido de la vida de los esposos debe encontrar constantemente su dimensión plena y personal en la convivencia, en la conducta y en los sentimientos! Y esto es así especialmente dentro de una civilización sometida a la presión de una forma de pensar y de valorar materialista y utilitaria.
7.8 Con una imagen de gran eficacia, la Sagrada Escritura enseña que los esposos están llamados a ser una sola carne. Se trata, en efecto, de una alianza de amor que implica a la totalidad corporal y espiritual de los cónyuges. A través de la unión de sus personas, de sus cuerpos, los esposos manifiestan el carácter profundo y definitivo de su entrega recíproca. Precisamente a la luz de este carácter de totalidad, característico del pacto conyugal, se entiende por qué la unión sexual debe producirse exclusivamente en el matrimonio, que sella en el plano personal y social la elección de una total comunión de vida.
7.9 Con frecuencia, el error que se comete en el amor humano consiste en mantenerlo en el nivel de la simpatía, en lugar de transformarlo conscientemente en amistad. Una consecuencia de este error es creer que en el momento en que termina la simpatía termina también el amor. Esta opinión es muy peligrosa para el amor humano, y es un error que denota un punto débil en la educación al amor.
7.10 El esposo del Cantar de los Cantares dice primero: "Toda hermosa eres, amiga mía" Ç(Ct 4,7Ç), y en el mismo contexto se dirige a ella como "hermana mía, esposa"(Ct 4,9). No la llama por su nombre propio ( sólo en dops ocasiones aparece el nombre sSulamita), sino que utiliza expresiones que dicen más que el nombre propio. Desde un cierto punto de vista, la denominación (y el apelativo) de la esposa como "hermana" parece ser más elocuente y estar más enraizada en el conjunto del Cantar que la denominación de "amiga".
7.11 El hombre y la mujer, en el contexto de su "principio" beatificante, son libres de la misma libertad de la entrega. En efecto, para poder permanecer en la relación de la "entrega sincera de sí mismo", y para convertir esa entrega del uno hacia el otro a través de toda su humanidad hecha de femineidad y masculinidad (también en relación a la perspectiva de que se habla en Gen 2,24), deben ser libres precisamente de esta manera.
7.12 Cuando una mujer y un hombre unidos por un amor como este están juntos, buscan medios externos para expresar lo que les une. Serán las distintas manifestaciones de ternura: miradas, palabras, gestos,  cercanía. Evito aquí a propósito añadir " delos cuerpos", porque la afectividad es para ambos, y sobre todo para la mujer, incorpórea por naturaleza. En efecto, no va dirigida al cuerpo, como la sensualidad. Por eso se compara tan a menudo el amor afectivo con el amor espiritual.
7.3 Jesús explicó la concesión de la ley de Moisés con la dureza del corazón humano, y no dudó en volver a proponer con toda su fuerza el designio originario de Dios, indicado por el Libro del Génesis: "El hombre abandonará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa, y ambos serán una sola carne"; por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. ¡No debe separarlo! Alguien podría objetar que este discurso sólo es comprensible y válido dentro de un horizonte de fe.
¡No es así! Es cierto que para los discípulos de Cristo la indisolubilidad se ve ulteriormente reforzada por el carácter sacramental del matrimonio, signo de la alianza nupcial entre Cristo y su Iglesia. Pero este gran misterio no excluye la instancia ética de la indisolubilidad, es más, la presupone también en el plano de la ley natural. Por desgracia, esa misma dureza del corazón que ya denunciara Jesús lo que sigue haciendo difícil una percepción universal de esta verdad, o lo que sigue determinando casos en los que parece prácticamente imposible vivirla.
7.14 Para el hombre, vivir de acuerdo con su conciencia significa vivir según las leyes de su propia naturaleza, y, viceversa, vivir según las leyes significa vivir de acuerdo con su conciencia. Obviamente, con la consciencia verdadera y recta, es decir, con la conciencia que interpreta correctamente el contenido de la ley grabada por el Creador en la naturaleza humana.
7.15 En el matrimonio, el hombre y la mujer encuentran su vocación en común. Ambos pueden realizarse en él. En efecto, el hombre no puede encontrarse a sí mismo plenamente si no es a través de una entrega sincera de su persona ( cfr. Gaudium et spes, núm 24). He recordado esta verdad fundamental en la Carta a las familias (cfr. número 11), y ahora os la recuerdo a vosotros, amadísimos, que estáis a punto de convertiros el uno para el otro en un don del Señor mediante el sacramento del matrimonio. Os convertiréis en ello en la forma específica de la unión conyugal,
en la que brota la vida de nuevos seres humanos.
Es bueno que los jóvenes sean humildes ante su amor. Así queda más claro que ese amor es para ellos un verdadero regalo, y que ellos serán el uno para el otro un regalo recíproco; es mucho mejor verlos así que soberbios y seguros de sí mismos.

                             VIII

                      EL MATRIMONIO

8.1 En la historia de la salvación, el matrimonio cristiano constituye un misterio de fe. La familia es un misterio de amor, que coopera directamente con la obra creadora de Dios.
8.2 Existe una tendencia más o menos pronunciada a interpretar esta "entrega de sí mismos" en un sentido puramente sexual, o sexual y psicológico. Ahora bien, es indispensable aquí una interpretación personalista. Por eso la moral, en la que el mandamiento del amor desempeña la función principal, se adapta muy bien al hecho de reducir al matrimonio al amor nupcial,
o para ser más exactos, si queremos adoptar el punto de vista de la educación, al hecho de hacer del matrimonio el resultado de esta forma de amor.
8.3 En el consentimiento matrimonial los nuevos se llaman por su nombre: "yo.. te tomo a ti... como mi esposa (como mi esposo) y prometo serte fiel... durante todos los días de mi vida". Semejante entrega obliga de forma mucho más fuerte y mucho más profunda que todo lo que pueda adquirirse  de cualquier forma y a cualquier precio.
8.4 El obispo de Roma, al bendecir vuestras uniones, desea estar espiritualmente cerca de todas las parejas que, en todas las partes del mundo, se prometen amor y fidelidad conyugal hasta la muerte. Este es un gran sacramento, un gran misterio, en Cristo y en la Iglesia, como firma el apóstol Pablo (cfr. Ef 5,32). Vosotros mismos lo celebráis. Vosotros sois sus ministros.
8.5 El matrimonio corresponde a la vocación de los cristianos en su calidad de cónyuges sólo si en él  se refleja y se pone en acto precisamente ese amor. Vemos esto claramente si intentamos volver a leer la analogía paulina en sentido inverso, es decir partiendo de la relación de Cristo con la Iglesia y volviéndonos luego  hacia la relación del marido y de la mujer en el matrimonio.
En el texto se utiliza en tono exhortativo:"Que las mujeres estén sumisas a sus maridos...como la Iglesia está sumisa a Cristo". Y, por otra parte: " Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ha amado a la Iglesia"... Estas expresiones demuestran que se trata de una obligación moral. No obstante, para poder aconsejar dicha obligación, hay que admitir que en la misma esencia del matrimonio se encierra una partícula del mismo misterio. De lo contrario, toda esta analogía quedaría como suspendida en el vacío. La invitación del autor de la Epístola a los efesios, dirigida a los cónyuges para que modelen su relación recíproca a semejanza de la relación de Cristo con la Iglesia ("como así"), carecería de una base real, como si le faltara la tierra bajo los pies. Esa es la lógica de la analogía empleada en el citado texto dirigido a los efesios.
8.6 Así que, cuando leemos en la descripción bíblica las palabras dirigidas a la mujer: " Hacia tu marido irá tu instinto, pero él te dominará" ( Gen 3,16), descubrimos una ruptura y una constante amenaza precisamente en lo que se refiere a esta "unidad de los dos" que corresponde a la dignidad de la imagen y la semejanza de Dios en ambos(....)
Esta afirmación del Génesis 3,16 es altamente significativa y de gran envergadura. Implica una referencia a la recíproca relación del hombre y de la mujer dentro del matrimonio. Se trata del deseo, nacido en el clima del amor nupcial, que hace que la entrega sincera de sí misma por parte de la mujer encuentre respuesta e integración en una entrega análoga por parte del marido. Únicamente en base a este principio, los dos, y en particular la mujer podrán encontrarse como verdadera unidad de los dos conforme a la dignidad de la persona.
8.7 La participación en el sacerdocio de Cristo,
que os pertenece a través del Bautismo, en este sacramento se manifiesta de forma particular. Tras haber pronunciado las palabras del consentimiento matrimonial,
os intercambiaréis las alianzas que el celebrante ha bendecido. Dichas alianzas son el símbolo del vínculo que desde hoy os unirá.
8.8 Me gustaría animar especialmente a las familias a quienes ayudan a vivir
 las  exigencias y la gracia del sacramento del matrimonio: el compromiso total y sin reservas de los esposos en el vínculo indisoluble querido por Dios, una vida siempre abierta a acoger la vida en la fidelidad generosa a las reglas morales que la Iglesia enseña, y el papel educativo e insustituible de los padres que permite que permite a los jóvenes reafirmar su personalidad fundando sus elecciones futuras en los valores cristianos.
8.9 El amor, como hemos dicho, está condicionado por la común relación entre las personas, por el mismo bien que éstas eligen y al que juntas se someten.
El matrimonio es el campo preferido de este principio, porque en el matrimonio dos personas, el hombre y la mujer, se ligan para convertirse en "un solo cuerpo",
Según la expresión del libro del Génesis, un solo sujeto de la vida sexual.
8.10  Me besas con los besos de tu boca. Sí,tus amores son más dulces que el vino...Llévame en pos de ti, corramos... Exultaremos y nos alegraremos por ti, evocaremos tus amores... (Ct 1,2.4).
Las palabras de los esposos, sus movimientos, sus gestos, su conducta entera corresponden al impulso internode sus corazones. Sólo mirando a través del prisma de ese impulso puede comprenderse el "lenguaje del cuerpo".
8.11 El matrimonio, como unión estable de un hombre y de una mujer que se comprometen en la entrega recíproca de sí mismos y se abren a la generación de la vida, no es sólo  un valor cristiano, sino un valor originario de la creación. Perder esta verdad no sólo es un problema para los creyentes, sino un peligro para toda la humanidad.
8.12 La sexualidad, a través de la cual el hombre y la mujer se entregan el uno a la otra con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es en absoluto algo meramente biológico, sino que guarda conexión con el íntimo núcleo de la persona humana como tal. Ésta se realiza de una forma verdaderamente humana sólo si es parte integrante del amor con que  el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre ambos hasta la muerte.
8.13 El lugar único , que hace posible esta entrega en toda su verdad, es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o la libre y consciente elección con que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre ambos hasta la muerte.
8.14 Cuando los esposos se esfuerzan por entregarse recíprocamente el uno al otro, forman en sí mismos actitudes correctas como padres. En la educación de un hijo, en efecto, no se trata únicamente de sacrificarse por él. Se trata de sacrificarse de una forma sabia,
de una forma que pueda educarlo a un verdadero amor.
Se puede educar al verdadero amor también exigiendo,
pero sólo amando se puede exigir. Se puede exigir, pero exigiéndose a sí mismos. Por eso, en consideración hacia el bien de la generación futura, es importante que los esposos consoliden, nobiliten y profundicen su amor recíproco. Entonces también sus hijos serán capaces de fundar , a su vez, familias verdaderamente cristianas, y sabrán amar a sus padres.
8.15 Sin embargo, cuando razonamos con serenidad y nos volvemos hacia el ideal, no es difícil ponerse de acuerdo en que la perennidad del vínculo matrimonial nace de la propia esencia del amor y de la familia.
Dos personas se aman verdaderamente y hasta el fondo sólo cuando se aman para siempre, en la alegría y en la tristeza, en la suerte y en la desgracia.
8.16 La entrega de sí mismos, como forma de amor, nace de la esencia de la persona en una clara visión de los valores, y en la disponibilidad de la voluntad para comprometerse exactamente de esta manera.
El amor nupcial no puede en ningún caso ser fragmentario o fortuito en la vida interior de la persona. Constituye siempre una cristalización especial del yo humano total, que, gracias a este amor, se decide a disponer de sí mismo de esta manera. En la entrega de nuestra persona, encontramos por tanto una prueba evidente de que somos dueños de nosotros mismos.
8.17 El matrimonio sirve ante todo para la existencia, pero se funda en el amor. Un matrimonio en el que no haya hijos, sin culpa de los esposos, conserva el valor íntegro de la institución. Sin duda, sirve mejor al amor sirviendo a la existencia, es decir, convirtiéndose en una familia. Así hay que entender la idea de la afirmación: La procreación es el objetivo principal del matrimonio. Pero un matrimonio que no pueda alcanzar la procreación no pierde nada de su importancia como institución de carácter interpersonal. Para realizar la procreación es necesario que también este carácter encuentre en el amor su expresión más completa, que el amor de los cónyuges sea maduro y creador .
Añadiremos que , si en cierto sentido ya es así, la procreación hace que se desarrolle mucho más.
8.18 El misterio del amor nupcial de Cristo penetra cada vez más en cada persona que recibe asiduamente el sacramento de la Eucaristía. Entre vosotros, esposos, y Cristo existe ya la comunión de amor indisoluble a través del sacramento del matrimonio, con el que nuestro hogar será marcado para que se convierta en célula fundamental de la sociedad humana y cristiana. La celebración eucarística, fuente  y ápice de la vida cristiana, os hace crecer en el amor de Cristo, incorporándoos cada vez más a su íntima alianza, y os da fuerza para seguir creando el amor para la nueva vida y la salvación del mundo.
8.19 El matrimonio, como sacerdocio, exige una humilde magnanimidad, y una mutua confianza que supone una fuente más profunda de lo que es simplemente el sentimiento humano.
El sacramento con que el hombre y la mujer, que son en realidad sus dispensadores, se juran amor, fidelidad y honradez hasta la muerte va dirigido a esta humilde magnanimidad que es el fundamento de la verdadera dignidad y vocación de los esposos.
8.20 Quiero llamar vuestra atención sobre la plaga del divorcio, por desgracia tan difundida . Aun habiendo sido en muchos casos legalizada, no deja por eso de representar una de las grandes derrotas de la civilización humana.
8.21 El sacramento del matrimonio, como todo sacramento, es una señal de la acción de Cristo, una señal de la gracia en la que debemos fundar nuestra confianza, porque es más poderosa que las debilidades que acechan en el corazón del hombre, y que constituyen una amenaza para el amor, la fidelidad y la honradez conyugal.
8.22 En el momento culminante de la historia  de la salvación, cuando Dios revela su amor por la humanidad mediante la entrega del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y de José el que realiza en plena libertad la entrega nupcial de sí al acoger y expresar un amor semejante. En esta gran empresa de la renovación de todas las cosas en  Cristo el matrimonio,
a su vez purificado y renovado, se convierte en una realidad nueva, en un sacramento de la Nueva Alianza. He aquí que en el comienzo del Nuevo testamento, como también al principio del Antiguo, aparece una pareja.
Sin embargo, mientras que la de Adán y Eva había sido fuente del mal que inundó al mundo, la de José y María se difunde sobre toda la tierra. El Salvador ha dado comienzo a la obra de la salvación con esta unión virginal y santa,
en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar a la familia, este santuario de amor y cuna de la vida ( Pablo VI, Alocución al movimiento "Equipes notre-dame", 4 de mayo de 1970).