sábado, 17 de agosto de 2013

El síndrome de Estocolmo

Uno de los ejemplos más claros de la adaptación a un estrés de intensidad extraordinaria lo constituye la reacción de los rehenes ante sus secuestradores. El estrés que ocasiona el ser tomado como rehén es repentino, inesperado e intenso. Los rehenes, los secuestradores y las autoridades a menudo tienen poco control sobre los eventos a medida que éstos de desarrollan. ¿Qué clase de mecanismos de ajuste utiliza la gente en tales circunstancias?
Un patrón especialmente notable de confrontación es el llamado " síndrome de Estocolmo". Su aspecto más interesante es que los rehenes se ponen del lado de los raptores y éstos a su vez llegan a sentir empatía por las víctimas. La designación "síndrome de Estocolmo" proviene de un asalto bancario perpetrado en 1973 en Estocolmo , en el cual los ladrones mantuvieron a los rehenes cautivos durante 6 días. Al terminar tal terrible experiencia, los rehenes sentían más fidelidad por los raptores que por la policía. Y al final se negaron a testimoniar en contra de ellos. Una mujer adquirió tal adhesión por uno de los asaltantes, que rompió su compromiso matrimonial con otro hombre después del incidente.
Los psicólogos definen tres etapas del síndrome de Estocolmo:
1. Los rehenes empiezan a sentir afecto por sus raptores.

2. Los rehenes comienzan a sentir sentimientos negativos hacia las autoridades que están tratando de rescatarlos.
3. Los secuestradores experimentan sentimientos positivos por sus víctimas. Ambos grupos están aislados y aterrorizados, de modo que llegan a convencerse de que " estamos en el mismo barco".
¿Por qué un rehén llega a simpatizar con su raptor e incluso a amarlo? El Dr. Frank Ochberg, director del Michigan Departament of Mental Healt, explica la causa en los términos siguientes: "Cuando alguien nos rapta y nos coloca en una posición infantil, pone  el escenario para la aparición de amor  como una respuesta frente al terror infantil, es decir, puede matarnos pero no lo hace y nosotros sentimos agradecimiento " ( Time, 1979).
El doctor Robert  Jay Lifton de la Universidad de Yale escribe sobre la "psicología del rehén" ( 1961).
Los rehenes se adaptan a acontecimientos fuera de su control; manipulados por el miedo constante a que los lastimen o maten, acatan las instrucciones que les dan. Adoptan ciertas conductas para afrontar la situación, como la sumisión . Como todo ser humano, están muy conscientes de sus limitaciones y capacidad no realizada. Son vulnerables a los sentimientos de culpabilidad que los secuestradores tratan de producir en ellos.
Lorraine Berzins, una oficial del Canadian Penitenciary  Service. ofrece otras explicaciones de los motivos por los cuales un rehén llega a tener sentimientos positivos hacia su secuestrador. En 1970 fue capturada por un preso quien la amenazó con una navaja. Había recibido una formación profesional para manejar la conducta violenta y al final logró que el preso confiara en ella. He aquí sus palabras al respecto
Para las autoridades, el resultado feliz consiste en capturar a los secuestradores, liberar a los rehenes y recobrar el botín. El rehén ha estado fuera del problema y ha hecho algunas de esas reflexiones al seguir otros episodios de secuestros en la prensa, por lo cual desconfía mucho de los negociadores. Supongamos que se ponen nerviosos... "Tenía la firme convicción de que mi vida no era tan importante para los negociadores como lo era para mi", dice Berzins (Scheiber. 1978).
¿Por qué los rehenes adquieren sentimientos negativos hacia las autoridades que intentan rescatarlos?
Puede surgir un conflicto entre nuestras diferentes percepciones de las cualidades del individuo, junto con su conducta criminal...Si alguien ni está preparado ni cuenta con suficiente experiencia para superar la aparente contradicción de ambas cosas, acaso necesite negar una para conservar a otra. A fin de preservar la confianza de la que depende su supervivencia, el rehén habrá de ver al secuestrador como "bueno en todo" para resolver la disonancia y mantener la armonía entre ellos (Scheiber, 1978).
Berzins también señala: "Si nuestra manera de afrontar la ansiedad consiste en culpar a los demás, no la proyectaremos al secuestrador por ser esto demasiado peligroso... El blanco más fácil son las autoridades".
El prisionero en ocasiones piensa que él y el secuestrador constituyen un pequeño grupo que se enfrenta a un mundo hostil. Aislada de toda información del exterior, a Patty Hearts le dijeron que sus padres y la sociedad se  habían olvidado de ella.
Esta mentira queda  al parecer confirmada cuando la policía asaltó el escondite de los Ángeles en que se refugiaron los seis secuestradores y lo quemó con ellos adentro (Conway y Siegelman, 1980).
Un rehén no sabe con certeza qué principios de las autoridades está defendiendo. Lifton afirma que uno de los ex rehenes en Irán consideraba la resistencia de sus secuestradores en parte como sufrir por amor al Shah, a quien él no apoyaba con entera convicción. Los iraníes lo hicieron concentrarse en una causa discutible y olvidarse de que lo retenían ilegalmente ( U.S. News World Report, 1979).
¿Por qué los secuestradores adquieren actitudes positivas ante sus víctimas? Los secuestradores saben muy bien que pueden matarlos,  pues las autoridades quieren demostrar que no cederán ante las exigencias de ellos. El interés por el sufrimiento y las incomodidades de los rehenes les ayuda a no pensar en el peligro que corren también ellos. Por otra parte, pese a que proclaman estar dispuestos a morir por su causa, a menudo no llegan a los extremos que les exige su ideal. Para sobrevivir se abstienen a veces de dañar a los rehenes.
El síndrome de Estocolmo no siempre se presenta. De acuerdo con Lifton, si los rehenes tienen un "sistema de creencias relativamente persistente" o un conocimiento diversificado y una clase fluída de identidad" están en condiciones de tolerar los terribles retos a su punto de vista (U. S. News World Reprt, 1979). Más aún, los secuestradores a veces manipulan mucho a sus víctimas, haciendo que los que  al principio sentían miedo se irriten ante las humillaciones que les infligen. Las manipulaciones pueden ser torpes y autoritarias, fácilmente percibidas y contrarrestadas por los rehenes, quienes reflexionan sobre ellas y las discuten entre sí.
El resentimiento ante la manipulación impulsó a los rehenes norteamericanos en Irán a idear estrategias para no perder su orgullo. Disfrutaban engañándolos por medio de ingeniosos sistemas de comunicación secreta y caricaturas divertidas en que se burlaban de los iraníes. Otras tácticas usadas por ellos para conservar su individualidad  eran exigir mejor comida, mantener un aspecto pulcro, observar un programa de actividades y tratar de escapar.
Los efectos del cautiverio en un rehén continúan después de la liberación. He aquí algunos de ellos:
1. Sentimientos de culpabilidad por los rehenes muertos o por los que siguen presos.
2. Ausencia de sentimientos, lo cual da origen a una necesidad de hablar, intensa y periódica.
3. Sospechas de que uno sea engañado, en especial por las autoridades.
4. Hostilidad, sobre todo contra los jefes de oficina quienes esperan que los rehenes se recuperen pronto.
5. Pérdida de la confianza en el mundo, lo cual requiere que los amigos y parientes le aseguren que su vida nunca volverá a ser interrumpida en forma tan violenta.
6. Necesidad de encontrar significado en la terrible experiencia, lo cual hace que algunos sientan un nuevo nacimiento o decidan "cambiar de vida".
Si el lector entendió bien lo expuesto en el presente capítulo, admitirá que todos los efectos secundarios aquí mencionados son respuestas normales ante el estrés extremo y que todas son intentos por afrontar una presión extraordinaria . Así pues, ejemplifican en forma exagerada los mismos procesos de confrontación de que nos valemos en las situaciones extraordinarias.

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