2.1¿Cómo evitar que una de las dos personas ndr]
se convierta entonces para la otra -la mujer para el hombre, el hombre para la mujer -en un objeto del que la primera se sirve para alcanzar sus propios objetivos? Para conseguirlo es necesario que los dos tengan un objetivo en común.
2.2 La moral sexual nace del hecho de que las personas tienen conciencia no sólo de la finalidad de la vida sexual, sino también de que son personas.
2.3 Lo que viola la norma moral no es nunca una victoria, sino una derrota para el hombre, que le hace víctima de sí mismo.
2.4 El que ama intentará dar prueba de ello con su conducta. No se puede negar que de esta manera se volverá justo frente a la persona como tal.
2.5 La entrega de la persona debe ser, por su propia naturaleza, duradera e irrevocable. La indisolubilidad del matrimonio nace en primer lugar de la esencia de dicha entrega: entrega de la persona a la persona. En esta entrega recíproca se manifiesta el carácter nupcial del amor.
2.6 La entrega revela, por así decirlo, una característica especial de la existencia personal, es más, de la propia esencia de la persona. Cuando DiosYahveh dice que" no está bien que el hombre esté solo" (Gen 2,18), afirma que el hombre" solo" no realiza totalmente dicha esencia. La realiza únicamente cuando existe "con alguien", y aún más profundamente y más completamente cuando existe "por alguien".
2.7 A veces a la Iglesia se le reprocha que convierte el sexo en un 'tabú' . La verdad es bien distinta. A lo largo de la Historia, frente a las tendencias maniqueas, el pensamiento cristiano ha desarrollad una visión armoniosa y positiva del ser humano, reconociendo la valiosa y significativa función que la masculinidad y la femineidad desempeñan en la vida del hombre.
2.8 La masculinidad-femineidad, es decir, el sexo, es el signo originario de una entrega creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, hombre-mujer, de una entrega vivida, por así decirlo, de forma originaria. Ese es el significado con que el sexo entra en la teología del cuerpo.
2.9 El amor, ese amor al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera Epístola de los corintios, ese amor que es "paciente" y "benigno", y que"todo lo soporta"(1 Cor 13,4.7), es sin duda un amor exigente. Pero esto, precisamente, reside su belleza: en el hecho de ser exigente, porque de esta forma constituye el verdadero bien del hombre, y lo irradia también sobre los demás.
El bien, en efecto, dice Santo Tomás, es por su propia naturaleza "difusivo" (Summa theologiae, I, q.5, a.4, ad2).
2.10 Ya hemos observado que las palabras que expresan la primera felicidad por la aparición del hombre en la existencia como "macho y hembra"(Gen 2,23)
le sigue el versículo que establece su unidad conyugal( Gen 2,24), y luego el que atestigua la desnudez de ambos, carente de mutua vergüenza (Gen 2,25). Precisamente esta significativa comparación nos permite hablar de la revelación y a la vez del descubrimiento del significado "espontalicio" del cuerpo en el propio misterio de la creación. Dicho significado ( como significado revelado y también consciente, vivido por el hombre), confirma hasta el fondo que entregarse es un acto creativo, que nace del Amor, que ha alcanzado la conciencia originaria del hombre transformándose en una experiencia de entrega recíproca, como ya se percibe en el texto arcaico. De ello también parece dar testimonio, tal vez incluso de forma específica, esa desnudez de ambos progenitores, libres de vergüenza.
2.11 Sólo la persona puede sentir vergüenza, porque sólo ésta, por naturaleza, puede constituir objeto de gozo (en las dos acepciones del término). El pudor sexual es, en cierta medida, una revelación del carácter suprautilitario de la persona, tanto del hombre como de la mujer, tanto cuando la persona se avergüenza de los valores sexuales vinculados a su cuerpo, como cuando se avergüenza de su actitud hacia los mismos valores sexuales. En el segundo caso, al avergonzarse entiende que no debe tratar a las personas del sexo opuesto como un objeto de gozo.
2.12 Se puede decir que al haber sido creados por el amor, es decir, al haber sido dotados en su ser de masculinidad y femineidad, ambos están "desnudos" porque están libres de la misma libertad de entregarse. Esta libertad constituye precisamente la base espontalicia del cuerpo.
2.13 La felicidad consiste en enraizarse en el amor. La felicidad originaria nos habla del "principio" del hombre, que surgió del Amor y dio origen al amor.
Y esto sucedió de forma irreversible, a pesar del subsiguiente pecado y de la muerte. En su momento, Cristo será testigo de este amor irreversible del Creador y Padre, que ya había manifestado en el misterio de la creación y en la gracia de la inocencia originaria . Y, por tanto, tampoco el principio común del hombre y de la mujer, es decir, la verdad originaria de sus cuerpos en la masculinidad y en la femineidad hacia la que Génesis 2,25 llama nuestra atención, conoce la vergüenza. Este principio también puede definirse como originaria y beatificante inmunidad ante la vergüenza por efecto del amor.
2.14 En la firmeza con que la Iglesia defiende las normas morales universales e inmutables no hay nada represivo. Tan sólo está al servicio de la verdadera libertad del hombre: puesto que no existe libertad fuera de la verdad o en contra de ella, la defensa categórica, es decir, sin concesiones ni compromisos, de las exigencias absolutamente irrenunciables de la dignidad personal del hombre debe considerarse el camino y la condición necesarios para la existencia misma de la libertad.
2.15 Esta conexión indisoluble entre la gracia del Señor y la libertad del hombre, entre la entrega y el deber, fue expresada en términos simples y profundos por San Agustín : "Da quod iubes et iube quod vis"( da lo que ordenas y ordena lo que quieras) (Confesiones, X,40).
La entrega no disminuye la exigencia moral del amor, sino que la refuerza : Este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros según el precepto que nos ha dado (1 Jn 3,23). Se puede permanecer en el amor sólo con la condición de observar los mandamientos, como afirma Jesús: Si observáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, de la misma forma que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor (Jn 15,10).
2.16 Las palabras de Cristo son rigurosas. Exigen al hombre que en el ámbito en que se forman las relaciones con las personas del otro sexo tenga plena y profunda conciencia de sus actos, y sobre todo de los actos interiores; que tenga conciencia de los impulsos internos de su corazón, de forma que pueda ser capaz de individuarlos y valorarlos con madurez. Las palabras de Cristo exigen que en esta esfera, que parece pertenecer exclusivamente al cuerpo y a los sentidos, es decir, al hombre interior, el hombre sepa ser verdaderamente hombre interior; sepa obedecer a la recta conciencia; sepa ser el verdadero dueño de sus impulsos íntimos, como un guardián que vigila un manantial escondido; y sepa, por último, sacar de todos esos impulsos lo que conviene a la "pureza del corazón", construyendo con conciencia y coherencia ese sentido personal del significado nupcial del cuerpo que abre el espacio interior a la libertad de la entrega .
2.17 El amor entre hombre y mujer no puede detenerse al nivel de la simpatía: es necesario que se transforme en amistad. En la amistad, a diferencia de lo que ocurre en la simpatía, la participación de la voluntad es determinante
2.18 El pudor es la tendencia, totalmente propia del ser humano, a esconder sus valores sexuales en la medida en que puedan ser susceptibles de disimular su valor como persona.
Es un acto de defensa de la persona que no quiere ser un objeto de disfrute utilitario, ni en el acto ni mucho menos en la intención, sino que, por el contrario, quiere ser objeto de amor.
2.19 Todo lo que la ley exige está escrito en sus corazones , tal como atestiguan sus conciencias( Romanos 2,15). La conciencia se presenta como un testigo, lo mismo cuando acusa al hombre de violar la ley escrita en su corazón que cuando le justifica por ser fiel a dicha ley. Así, por consiguiente, según la enseñanza del Apóstol, existe una ley íntimamente vinculada a la naturaleza del hombre como ser inteligente y libre, y esa ley se manifiesta en su conciencia.
2.20
Madurez también significa temor,
Todas las mieses del final están encerradas
[en el inicio
y el inicio de la sabiduría es el temor,
pero ahora se asienta ya sobre otras
[ vertientes del mismo suelo,
ya no es impulso de fuga ,
es el espacio en que se mide la grandeza.
Nosotros penetramos en este espacio, y estamos cada vez más lejos del inicio,
y así lentamente volvemos atrás:
madurez significa sobre todo el amor,
que transforma el temor.
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