viernes, 13 de febrero de 2015

EL NOVIAZGO


Programando el siguiente tema, miraba a mi hija compartiendo momentos con su novio y entonces deduje que podría ocuparme de esto.; antes había decidido culminar el libro de Juan Pablo II (Caminos de Amor), capítulo por capítulo;  hace minutos lo tome y confiando en la Energía Divina,  lo abrí e increiblemente,  más allá de que estamos en febrero - mes de los enamorados-,el péndulo nos manifestó éste capítulo:

VII

EL NOVIAZGO


7.1 Vosotros, queridos novios, estáis poniendo los cimientos correctos para el edificio de vuestra vida en común. Dichos cimientos son el sacramento del matrimonio, que, concebido por el Creador desde el principio de la historia del hombre, fue instituido por Cristo, junto con los demás sacramentos de la Nueva Alianza, mediante el sacrificio pascual.
7.2 Vosotros me preguntáis cuáles son los principios que la Iglesia enseña en el ámbito de la moral sexual. Al ver que estos principios son difíciles, me expresáis el temor de que los jóvenes se alejen de la Iglesia por esta razón. Yo os contesto: si pensáis con detenimiento en esta cuestión, llegando hasta el fondo del problema, os aseguro que os daréis cuenta de una sola cosa, a saber, que en este campo la Iglesia enuncia únicamente las exigencias propias del amor conyugal verdadero, es decir, responsable. Exige lo que exigen la dignidad de la persona y el orden social fundamental. No niego que sean exigencias. Pero ahí está el punto esencial del problema, es decir, que el hombre sólo se realiza en la medida en que sabe imponerse unas exigencias.
En el caso contrario,"se va entristecido", como leemos en los Evangelios. La permisividad no hace felices a los hombres. Nunca lo ha hecho.
7.3  A aquellos de vosotros que habéis sido llamado por Cristo a la vocación de la vida matrimonial, os digo esto: estad seguros del amor de la Iglesia por vosotros y de vuestro papel esencial dentro de ella. ¡La vida familiar cristiana y la fidelidad en el matrimonio para toda la vida son tan necesarias en el mundo de hoy!
7.4 El amor no es sólo una cosa espontánea o instintiva: es una elección que hay que confirmar constantemente. Cuando un hombre y una mujer están unidos por un verdadero amor, cada uno de ellos asume sobre sí el destino, el futuro del otro como si fuera propio, aun a costa de fatiga y de sufrimiento, para que el otro "tenga la vida y la tenga en abundancia" (Jn 10,10).
Estas palabras de Jesús se refieren a todo verdadero amor.
Sólo así se ama "en serio", y no por juego ni de forma pasajera. Cuando el otro oiga que le dicen "te amo" entenderá que esas palabras son verdaderas, y también él se tomará en serio la experiencia del amor.
7.5 La entrega física total sería una mentira si no fuera señal y fruto de la entrega personal total, en que toda la persona, incluso en su dimensión temporal, está presente: si la persona se reservara algo, o la posibilidad de decidir el futuro de forma diferente, simplemente por ese mismo hecho no se estaría entregando totalmente.
7.6 Es necesario amar como Jesús. La razón más profunda del amor cristiano está en las palabras y en el ejemplo de Cristo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado"( Jn 15,12). Esto vale para todas las categorías del amor humano, vale para la categoría del amor de los novios, amor en preparación al matrimonio y a la familia.
7.7 Los interrogantes que se plantea el hombre contemporáneo son también los de los cristianos: los de aquellos que se preparan al sacramento del matrimonio, o de los que ya viven en el matrimonio, que es el sacramento de la Iglesia. Estas no son sólo las preguntas de las ciencias, sino aún más las preguntas de la vida humana. Muchos hombres y muchos cristianos buscan en el matrimonio el cumplimiento de su vocación.
Muchos quieren encontrar en él la vía de la salvación y la vía de la santidad.
Para ellos es particularmente importante la respuesta que Cristo dio a los fariseos, defensores del Antiguo testamento. Los que buscan en el matrimonio el cumplimiento de su vocación humana y cristiana están llamados, ante todo, a hacer de esta "teología del cuerpo", cuyo principio encontramos en los primeros capítulos del Libro del Génesis, el contenido de su vida y de su conducta. En efecto, ¡qué indispensable es, en el camino de esta vocación, concienciarse profundamente del significado del cuerpo, en su masculinidad y en su femineidad !  ¡Qué necesaria es una conciencia exacta del significado nupcial del cuerpo, de su significado generador, puesto que todo lo que constituye el contenido de la vida de los esposos debe encontrar constantemente su dimensión plena y personal en la convivencia, en la conducta y en los sentimientos! Y esto es así especialmente dentro de una civilización sometida a la presión de una forma de pensar y de valorar materialista y utilitaria.
7.8 Con una imagen de gran eficacia, la Sagrada Escritura enseña que los esposos están llamados a ser una sola carne. Se trata, en efecto, de una alianza de amor que implica a la totalidad corporal y espiritual de los cónyuges. A través de la unión de sus personas, de sus cuerpos, los esposos manifiestan el carácter profundo y definitivo de su entrega recíproca. Precisamente a la luz de este carácter de totalidad, característico del pacto conyugal, se entiende por qué la unión sexual debe producirse exclusivamente en el matrimonio, que sella en el plano personal y social la elección de una total comunión de vida.
7.9 Con frecuencia, el error que se comete en el amor humano consiste en mantenerlo en el nivel de la simpatía, en lugar de transformarlo conscientemente en amistad. Una consecuencia de este error es creer que en el momento en que termina la simpatía termina también el amor. Esta opinión es muy peligrosa para el amor humano, y es un error que denota un punto débil en la educación al amor.
7.10 El esposo del Cantar de los Cantares dice primero: "Toda hermosa eres, amiga mía" Ç(Ct 4,7Ç), y en el mismo contexto se dirige a ella como "hermana mía, esposa"(Ct 4,9). No la llama por su nombre propio ( sólo en dops ocasiones aparece el nombre sSulamita), sino que utiliza expresiones que dicen más que el nombre propio. Desde un cierto punto de vista, la denominación (y el apelativo) de la esposa como "hermana" parece ser más elocuente y estar más enraizada en el conjunto del Cantar que la denominación de "amiga".
7.11 El hombre y la mujer, en el contexto de su "principio" beatificante, son libres de la misma libertad de la entrega. En efecto, para poder permanecer en la relación de la "entrega sincera de sí mismo", y para convertir esa entrega del uno hacia el otro a través de toda su humanidad hecha de femineidad y masculinidad (también en relación a la perspectiva de que se habla en Gen 2,24), deben ser libres precisamente de esta manera.
7.12 Cuando una mujer y un hombre unidos por un amor como este están juntos, buscan medios externos para expresar lo que les une. Serán las distintas manifestaciones de ternura: miradas, palabras, gestos,  cercanía. Evito aquí a propósito añadir " delos cuerpos", porque la afectividad es para ambos, y sobre todo para la mujer, incorpórea por naturaleza. En efecto, no va dirigida al cuerpo, como la sensualidad. Por eso se compara tan a menudo el amor afectivo con el amor espiritual.
7.3 Jesús explicó la concesión de la ley de Moisés con la dureza del corazón humano, y no dudó en volver a proponer con toda su fuerza el designio originario de Dios, indicado por el Libro del Génesis: "El hombre abandonará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa, y ambos serán una sola carne"; por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. ¡No debe separarlo! Alguien podría objetar que este discurso sólo es comprensible y válido dentro de un horizonte de fe.
¡No es así! Es cierto que para los discípulos de Cristo la indisolubilidad se ve ulteriormente reforzada por el carácter sacramental del matrimonio, signo de la alianza nupcial entre Cristo y su Iglesia. Pero este gran misterio no excluye la instancia ética de la indisolubilidad, es más, la presupone también en el plano de la ley natural. Por desgracia, esa misma dureza del corazón que ya denunciara Jesús lo que sigue haciendo difícil una percepción universal de esta verdad, o lo que sigue determinando casos en los que parece prácticamente imposible vivirla.
7.14 Para el hombre, vivir de acuerdo con su conciencia significa vivir según las leyes de su propia naturaleza, y, viceversa, vivir según las leyes significa vivir de acuerdo con su conciencia. Obviamente, con la consciencia verdadera y recta, es decir, con la conciencia que interpreta correctamente el contenido de la ley grabada por el Creador en la naturaleza humana.
7.15 En el matrimonio, el hombre y la mujer encuentran su vocación en común. Ambos pueden realizarse en él. En efecto, el hombre no puede encontrarse a sí mismo plenamente si no es a través de una entrega sincera de su persona ( cfr. Gaudium et spes, núm 24). He recordado esta verdad fundamental en la Carta a las familias (cfr. número 11), y ahora os la recuerdo a vosotros, amadísimos, que estáis a punto de convertiros el uno para el otro en un don del Señor mediante el sacramento del matrimonio. Os convertiréis en ello en la forma específica de la unión conyugal,
en la que brota la vida de nuevos seres humanos.
Es bueno que los jóvenes sean humildes ante su amor. Así queda más claro que ese amor es para ellos un verdadero regalo, y que ellos serán el uno para el otro un regalo recíproco; es mucho mejor verlos así que soberbios y seguros de sí mismos.

                             VIII

                      EL MATRIMONIO

8.1 En la historia de la salvación, el matrimonio cristiano constituye un misterio de fe. La familia es un misterio de amor, que coopera directamente con la obra creadora de Dios.
8.2 Existe una tendencia más o menos pronunciada a interpretar esta "entrega de sí mismos" en un sentido puramente sexual, o sexual y psicológico. Ahora bien, es indispensable aquí una interpretación personalista. Por eso la moral, en la que el mandamiento del amor desempeña la función principal, se adapta muy bien al hecho de reducir al matrimonio al amor nupcial,
o para ser más exactos, si queremos adoptar el punto de vista de la educación, al hecho de hacer del matrimonio el resultado de esta forma de amor.
8.3 En el consentimiento matrimonial los nuevos se llaman por su nombre: "yo.. te tomo a ti... como mi esposa (como mi esposo) y prometo serte fiel... durante todos los días de mi vida". Semejante entrega obliga de forma mucho más fuerte y mucho más profunda que todo lo que pueda adquirirse  de cualquier forma y a cualquier precio.
8.4 El obispo de Roma, al bendecir vuestras uniones, desea estar espiritualmente cerca de todas las parejas que, en todas las partes del mundo, se prometen amor y fidelidad conyugal hasta la muerte. Este es un gran sacramento, un gran misterio, en Cristo y en la Iglesia, como firma el apóstol Pablo (cfr. Ef 5,32). Vosotros mismos lo celebráis. Vosotros sois sus ministros.
8.5 El matrimonio corresponde a la vocación de los cristianos en su calidad de cónyuges sólo si en él  se refleja y se pone en acto precisamente ese amor. Vemos esto claramente si intentamos volver a leer la analogía paulina en sentido inverso, es decir partiendo de la relación de Cristo con la Iglesia y volviéndonos luego  hacia la relación del marido y de la mujer en el matrimonio.
En el texto se utiliza en tono exhortativo:"Que las mujeres estén sumisas a sus maridos...como la Iglesia está sumisa a Cristo". Y, por otra parte: " Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ha amado a la Iglesia"... Estas expresiones demuestran que se trata de una obligación moral. No obstante, para poder aconsejar dicha obligación, hay que admitir que en la misma esencia del matrimonio se encierra una partícula del mismo misterio. De lo contrario, toda esta analogía quedaría como suspendida en el vacío. La invitación del autor de la Epístola a los efesios, dirigida a los cónyuges para que modelen su relación recíproca a semejanza de la relación de Cristo con la Iglesia ("como así"), carecería de una base real, como si le faltara la tierra bajo los pies. Esa es la lógica de la analogía empleada en el citado texto dirigido a los efesios.
8.6 Así que, cuando leemos en la descripción bíblica las palabras dirigidas a la mujer: " Hacia tu marido irá tu instinto, pero él te dominará" ( Gen 3,16), descubrimos una ruptura y una constante amenaza precisamente en lo que se refiere a esta "unidad de los dos" que corresponde a la dignidad de la imagen y la semejanza de Dios en ambos(....)
Esta afirmación del Génesis 3,16 es altamente significativa y de gran envergadura. Implica una referencia a la recíproca relación del hombre y de la mujer dentro del matrimonio. Se trata del deseo, nacido en el clima del amor nupcial, que hace que la entrega sincera de sí misma por parte de la mujer encuentre respuesta e integración en una entrega análoga por parte del marido. Únicamente en base a este principio, los dos, y en particular la mujer podrán encontrarse como verdadera unidad de los dos conforme a la dignidad de la persona.
8.7 La participación en el sacerdocio de Cristo,
que os pertenece a través del Bautismo, en este sacramento se manifiesta de forma particular. Tras haber pronunciado las palabras del consentimiento matrimonial,
os intercambiaréis las alianzas que el celebrante ha bendecido. Dichas alianzas son el símbolo del vínculo que desde hoy os unirá.
8.8 Me gustaría animar especialmente a las familias a quienes ayudan a vivir
 las  exigencias y la gracia del sacramento del matrimonio: el compromiso total y sin reservas de los esposos en el vínculo indisoluble querido por Dios, una vida siempre abierta a acoger la vida en la fidelidad generosa a las reglas morales que la Iglesia enseña, y el papel educativo e insustituible de los padres que permite que permite a los jóvenes reafirmar su personalidad fundando sus elecciones futuras en los valores cristianos.
8.9 El amor, como hemos dicho, está condicionado por la común relación entre las personas, por el mismo bien que éstas eligen y al que juntas se someten.
El matrimonio es el campo preferido de este principio, porque en el matrimonio dos personas, el hombre y la mujer, se ligan para convertirse en "un solo cuerpo",
Según la expresión del libro del Génesis, un solo sujeto de la vida sexual.
8.10  Me besas con los besos de tu boca. Sí,tus amores son más dulces que el vino...Llévame en pos de ti, corramos... Exultaremos y nos alegraremos por ti, evocaremos tus amores... (Ct 1,2.4).
Las palabras de los esposos, sus movimientos, sus gestos, su conducta entera corresponden al impulso internode sus corazones. Sólo mirando a través del prisma de ese impulso puede comprenderse el "lenguaje del cuerpo".
8.11 El matrimonio, como unión estable de un hombre y de una mujer que se comprometen en la entrega recíproca de sí mismos y se abren a la generación de la vida, no es sólo  un valor cristiano, sino un valor originario de la creación. Perder esta verdad no sólo es un problema para los creyentes, sino un peligro para toda la humanidad.
8.12 La sexualidad, a través de la cual el hombre y la mujer se entregan el uno a la otra con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es en absoluto algo meramente biológico, sino que guarda conexión con el íntimo núcleo de la persona humana como tal. Ésta se realiza de una forma verdaderamente humana sólo si es parte integrante del amor con que  el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre ambos hasta la muerte.
8.13 El lugar único , que hace posible esta entrega en toda su verdad, es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o la libre y consciente elección con que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre ambos hasta la muerte.
8.14 Cuando los esposos se esfuerzan por entregarse recíprocamente el uno al otro, forman en sí mismos actitudes correctas como padres. En la educación de un hijo, en efecto, no se trata únicamente de sacrificarse por él. Se trata de sacrificarse de una forma sabia,
de una forma que pueda educarlo a un verdadero amor.
Se puede educar al verdadero amor también exigiendo,
pero sólo amando se puede exigir. Se puede exigir, pero exigiéndose a sí mismos. Por eso, en consideración hacia el bien de la generación futura, es importante que los esposos consoliden, nobiliten y profundicen su amor recíproco. Entonces también sus hijos serán capaces de fundar , a su vez, familias verdaderamente cristianas, y sabrán amar a sus padres.
8.15 Sin embargo, cuando razonamos con serenidad y nos volvemos hacia el ideal, no es difícil ponerse de acuerdo en que la perennidad del vínculo matrimonial nace de la propia esencia del amor y de la familia.
Dos personas se aman verdaderamente y hasta el fondo sólo cuando se aman para siempre, en la alegría y en la tristeza, en la suerte y en la desgracia.
8.16 La entrega de sí mismos, como forma de amor, nace de la esencia de la persona en una clara visión de los valores, y en la disponibilidad de la voluntad para comprometerse exactamente de esta manera.
El amor nupcial no puede en ningún caso ser fragmentario o fortuito en la vida interior de la persona. Constituye siempre una cristalización especial del yo humano total, que, gracias a este amor, se decide a disponer de sí mismo de esta manera. En la entrega de nuestra persona, encontramos por tanto una prueba evidente de que somos dueños de nosotros mismos.
8.17 El matrimonio sirve ante todo para la existencia, pero se funda en el amor. Un matrimonio en el que no haya hijos, sin culpa de los esposos, conserva el valor íntegro de la institución. Sin duda, sirve mejor al amor sirviendo a la existencia, es decir, convirtiéndose en una familia. Así hay que entender la idea de la afirmación: La procreación es el objetivo principal del matrimonio. Pero un matrimonio que no pueda alcanzar la procreación no pierde nada de su importancia como institución de carácter interpersonal. Para realizar la procreación es necesario que también este carácter encuentre en el amor su expresión más completa, que el amor de los cónyuges sea maduro y creador .
Añadiremos que , si en cierto sentido ya es así, la procreación hace que se desarrolle mucho más.
8.18 El misterio del amor nupcial de Cristo penetra cada vez más en cada persona que recibe asiduamente el sacramento de la Eucaristía. Entre vosotros, esposos, y Cristo existe ya la comunión de amor indisoluble a través del sacramento del matrimonio, con el que nuestro hogar será marcado para que se convierta en célula fundamental de la sociedad humana y cristiana. La celebración eucarística, fuente  y ápice de la vida cristiana, os hace crecer en el amor de Cristo, incorporándoos cada vez más a su íntima alianza, y os da fuerza para seguir creando el amor para la nueva vida y la salvación del mundo.
8.19 El matrimonio, como sacerdocio, exige una humilde magnanimidad, y una mutua confianza que supone una fuente más profunda de lo que es simplemente el sentimiento humano.
El sacramento con que el hombre y la mujer, que son en realidad sus dispensadores, se juran amor, fidelidad y honradez hasta la muerte va dirigido a esta humilde magnanimidad que es el fundamento de la verdadera dignidad y vocación de los esposos.
8.20 Quiero llamar vuestra atención sobre la plaga del divorcio, por desgracia tan difundida . Aun habiendo sido en muchos casos legalizada, no deja por eso de representar una de las grandes derrotas de la civilización humana.
8.21 El sacramento del matrimonio, como todo sacramento, es una señal de la acción de Cristo, una señal de la gracia en la que debemos fundar nuestra confianza, porque es más poderosa que las debilidades que acechan en el corazón del hombre, y que constituyen una amenaza para el amor, la fidelidad y la honradez conyugal.
8.22 En el momento culminante de la historia  de la salvación, cuando Dios revela su amor por la humanidad mediante la entrega del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y de José el que realiza en plena libertad la entrega nupcial de sí al acoger y expresar un amor semejante. En esta gran empresa de la renovación de todas las cosas en  Cristo el matrimonio,
a su vez purificado y renovado, se convierte en una realidad nueva, en un sacramento de la Nueva Alianza. He aquí que en el comienzo del Nuevo testamento, como también al principio del Antiguo, aparece una pareja.
Sin embargo, mientras que la de Adán y Eva había sido fuente del mal que inundó al mundo, la de José y María se difunde sobre toda la tierra. El Salvador ha dado comienzo a la obra de la salvación con esta unión virginal y santa,
en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar a la familia, este santuario de amor y cuna de la vida ( Pablo VI, Alocución al movimiento "Equipes notre-dame", 4 de mayo de 1970).

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